“Dale una paloma a un halcón y comerá un día; enséñale a cazar y comerá el resto de su vida.”. Me van a perdonar la licencia tomada para modificar la frase hecha.
Yo destacaría dos aspectos de mi paso por el proyecto Sherpa.
La primera la formación. Gran parte de los fracasos de los nuevos emprendedores vienen dados por la falta de formación adecuada. En ese aspecto FEDA ha puesto una poderosa arma en nuestras manos. Llegamos sabiendo qué hacer, nos vamos sabiendo cómo hacerlo.
El segundo aspecto destacable es la conciencia de grupo desarrollada durante el proyecto. He tenido la oportunidad de conocer a emprendedores realmente maravillosos, con quien compartir ilusiones y realidades. Si FEDA hizo de sherpa-guía, durante la formación “los Sherpas” no reconocimos, unos en otros, como compañeros de viaje.
Bajo mi opinión personal, otros aspectos, sin dejar de ser interesantes y de gran ayuda en nuestros proyectos, pasan a un segundo plano. Solo un emprendedor ganará el premio final, pero todos y cada uno de los “Sherpas” hemos salido ganando.
Hace tres años, cuando fui invitado por el Departamento de Cultura de Sharjah a mostrar mi artesanía en la “II Feria mundial de la Artesanía de Emiratos Árabes”, forjé la idea de un nuevo modelo de negocio para mi actividad, que no es otra que mantener y desarrollar el oficio de “capirotero”, o fabricante de capirotes o caperuzas para aves de cetrería, así como guantes y otros aparejos. Pensé que sería bonito, y lucrativo, conseguir vender mis productos dotándolos de una mayor calidad y personalidad, si cabe, en la península Arábiga, donde tiene su origen la cetrería, desde donde por medio de la invasión musulmana de la península Ibérica nos llegó el secreto de la fabricación de las caperuzas, imprescindibles para la práctica de la cetrería.
Ahora, gracias al Proyecto Sherpa a llegado el momento de hacer esa idea realidad.